miércoles, 21 de diciembre de 2011

Mensaje de Navidad y Año Nuevo del Obispo



“Como cristianos, estén siempre alegres,

os lo repito, estén alegres”  (Fil.4,4).



 Muy queridos hermanos y hermanas:
 

Pareciera que Navidad no tiene necesidad de comentarios. ¿Hay acaso necesidad de estímulos para entregarse a esta alegría tan sencilla y natural? El ambiente todo, nos invita a la alegría. Esta fecha es la que hace posible la desconcertante invitación de Pablo: “Como cristianos, estén siempre alegres, se los repito, estén alegres” (Fil 4,4). La razón de esta invitación es que “el Señor está cerca”. Y no se trata de cualquier forma de alegría; la nuestra, es una alegría  “como cristianos”, es decir, fundada en Cristo.



No se trata de una alegría ficticia, inconsciente; no se trata de la alegría inocente de los niños, sino de la alegría profunda que brota de la certeza de que, en su Hijo querido, Dios se ha hecho cargo completamente de nosotros, (ver Rom 8,31-39). Por esto, podemos afrontar la vida, aún en la adversidad con la alegría serena de que Dios, en el Niño de Belén, camina a nuestro lado. En este Niño descubrimos, que no obstante todos los signos en contrario, nuestra vida tiene sentido, orientación.



Los ángeles, en la noche de Belén dicen a los pastores: “Les traigo una buena noticia, … una gran alegría…!” (Lc 2,10). Pero, ¿cómo podemos hablar de alegría en un mundo herido por la violencia, por el desamor? Hay tanto dolor acumulado, tanto sufrimiento inútil y evitable! Nuestra sociedad tecnológica ha logrado multiplicar las ocasiones de placer, pero encuentra muy difícil engendrar la alegría. Porque la alegría tiene otro origen. Es espiritual. Podremos encontrar la verdadera alegría acercándonos a Dios y apartándonos del mal.



Esta fiesta es la constatación del amor irreversible de Dios que nos brinda la inmensa alegría de la adopción filial, esta fiesta es la fiesta de nuestra nueva condición de hijos adoptivos de Dios. Dios nos ha hecho hijos en su Hijo. Y de esta alegría nadie queda excluido. No es necesaria ninguna añadidura exterior o material, basta la certeza interior de ese amor que nos redime, que está siempre con nosotros, principalmente en los momentos difíciles de nuestra vida, las estrecheces, la enfermedad, la vejez. Tal es el origen de la verdadera alegría. No hacen falta paraísos artificiales.



No he encontrado palabras más bellas para expresar esta convicción que las dichas por el Papa León Magno (430-461): “que nadie se considere excluido de esta alegría, pues el motivo de este gozo es común para todos; nuestro Señor, en efecto, vencedor del pecado y de la muerte, así como no encontró a nadie libre de culpa, así ha venido a salvarnos a todos. Alégrese pues, el justo, porque se acerca la recompensa; regocíjese el pecador porque se le brinda el perdón; anímese el pagano, porque es llamado a la vida.” Antes ha dicho “no puede haber lugar para la tristeza, cuando nace aquella vida que viene a destruir el temor a la muerte y a darnos la esperanza de una eternidad dichosa.”



Si, queridos hermanos y hermanas, la palabra clave es “vida”, esta fiesta es la celebración del nacimiento de quien dijo: “Yo he venido para que tengan vida en abundancia”.  Entonces no puede haber tristeza, sino una inmensa alegría porque la luz de la vida resplandece siempre sobre nosotros.



Que esta certeza brille siempre sobre nuestra vida en toda circunstancia, y que la Virgen Santa, en cuyo seno se gestó quien es nuestra paz, nuestra vida y nuestra alegría, nos ayude “a conservar siempre estas cosas y meditarlas en nuestro corazón”. (Lc.2,19.51).



Les deseo una muy Feliz y Santa Navidad y Año Nuevo 2012 colmado de bendiciones.



Servidor en Cristo





+RENATO ASCENCIO LEON

Obispo de Ciudad Juárez




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