“Como cristianos, estén siempre
alegres,
os lo repito, estén alegres” (Fil.4,4).
Muy
queridos hermanos y hermanas:
Pareciera que Navidad no tiene necesidad
de comentarios. ¿Hay acaso necesidad de estímulos para entregarse a esta
alegría tan sencilla y natural? El ambiente todo, nos invita a la alegría. Esta
fecha es la que hace posible la desconcertante invitación de Pablo: “Como
cristianos, estén siempre alegres, se los repito, estén alegres” (Fil 4,4).
La razón de esta invitación es que “el Señor está cerca”. Y no se trata
de cualquier forma de alegría; la nuestra, es una alegría “como
cristianos”, es decir, fundada en Cristo.
No se trata de una alegría
ficticia, inconsciente; no se trata de la alegría inocente de los niños, sino
de la alegría profunda que brota de la certeza de que, en su Hijo querido, Dios
se ha hecho cargo completamente de nosotros, (ver Rom 8,31-39). Por esto,
podemos afrontar la vida, aún en la adversidad con la alegría serena de que
Dios, en el Niño de Belén, camina a nuestro lado. En este Niño descubrimos, que
no obstante todos los signos en contrario, nuestra vida tiene sentido,
orientación.
Los ángeles, en la noche de Belén
dicen a los pastores: “Les traigo una buena noticia, … una gran alegría…!”
(Lc 2,10). Pero, ¿cómo podemos hablar de alegría en un mundo herido por la
violencia, por el desamor? Hay tanto dolor acumulado, tanto sufrimiento inútil
y evitable! Nuestra sociedad tecnológica ha logrado multiplicar las ocasiones
de placer, pero encuentra muy difícil engendrar la alegría. Porque la alegría
tiene otro origen. Es espiritual. Podremos encontrar la verdadera alegría
acercándonos a Dios y apartándonos del mal.
Esta fiesta es la constatación
del amor irreversible de Dios que nos brinda la inmensa alegría de la adopción
filial, esta fiesta es la fiesta de nuestra nueva condición de hijos adoptivos
de Dios. Dios nos ha hecho hijos en su Hijo. Y de esta alegría nadie queda
excluido. No es necesaria ninguna añadidura exterior o material, basta la
certeza interior de ese amor que nos redime, que está siempre con nosotros,
principalmente en los momentos difíciles de nuestra vida, las estrecheces, la enfermedad,
la vejez. Tal es el origen de la verdadera alegría. No hacen falta paraísos
artificiales.
No he encontrado palabras más
bellas para expresar esta convicción que las dichas por el Papa León Magno
(430-461): “que nadie se considere excluido de esta alegría, pues el motivo
de este gozo es común para todos; nuestro Señor, en efecto, vencedor del pecado
y de la muerte, así como no encontró a nadie libre de culpa, así ha venido a
salvarnos a todos. Alégrese pues, el justo, porque se acerca la recompensa;
regocíjese el pecador porque se le brinda el perdón; anímese el pagano, porque
es llamado a la vida.” Antes ha dicho “no puede haber lugar para la
tristeza, cuando nace aquella vida que viene a destruir el temor a la muerte y
a darnos la esperanza de una eternidad dichosa.”
Si, queridos hermanos y hermanas,
la palabra clave es “vida”, esta fiesta es la celebración del nacimiento
de quien dijo: “Yo he venido para que tengan vida en abundancia”. Entonces
no puede haber tristeza, sino una inmensa alegría porque la luz de la vida
resplandece siempre sobre nosotros.
Que esta certeza brille siempre
sobre nuestra vida en toda circunstancia, y que la Virgen Santa, en cuyo seno
se gestó quien es nuestra paz, nuestra vida y nuestra alegría, nos ayude “a
conservar siempre estas cosas y meditarlas en nuestro corazón”.
(Lc.2,19.51).
Les deseo una muy Feliz y Santa
Navidad y Año Nuevo 2012 colmado de bendiciones.
Servidor en Cristo
+RENATO
ASCENCIO LEON
Obispo de Ciudad Juárez
No hay comentarios:
Publicar un comentario